Por Juan Carlos Salgado Jaramillo
Soy de los que se resisten a creer que las personas se hacen solas, como por arte de magia, y que en su recorrido no han recibido la mano amiga y desinteresada para salir adelante.
Se ha generado una polémica con Juan Pablo Montoya, quien en mayo intentará el tricampeonato en Indianápolis, a raíz de una columna escrita en un portal, en la que desde mi punto de vista se da más una opinión pasional y en la que quizás no existe un profundo conocimiento de lo que realmente aconteció.
Podría yo enumerar muchos hechos en los que estuve involucrado, pero prefiero opinar más como espectador que como protagonista, pues pienso que no vendría al caso decir que hizo uno o dejó de hacer. De hecho, que Juan Pablo haya mencionado mi nombre en una entrevista en la revista Don Juan, sobre el apoyo recibido a través de El Espectador, es más que suficiente.
Pero hay que ser justos con los acontecimientos y con las personas y por eso me permito, con todo respeto, recordar algunas cosas. Cuando Montoya comenzó a competir en el exterior no existía el internet ni las redes sociales, así que la divulgación de sus actuaciones se hacía a través de los medios tradicionales. Y uno de los más importantes en esta misión fue la radio, en la que hubo un protagonista y ese fue Germán Mejía Pinto, quien dejó su casa y su familia para contarnos por medio de las ondas sonoras lo que sucedía en cada carrera. De no ser así, difícilmente nos hubiéramos enterado de lo que aconteció en categorías como la Barber Saab, la Vauxhall Lotus, la Fórmula 3 o la Fórmula 3.000, y eso hay que reconocerlo.
Claro, Juan Pablo respondió con su talento y eso nadie lo discute, pero gracias a la voz de Germán y la difusión de los periódicos y la televisión, algunos patrocinadores se animaron a apoyarlo.
Y bueno también puedo mencionar a Manuel Antonio Lince, quien giró una suma interesante para que Juan Pablo pudiera competir en la Barber Saab, en Estados Unidos. Pueden ir a las hemerotecas y allí encontrarán que el auto blanco de Montoya y su overol llevaba los logos de Autoniza.
Y puedo seguir con más ejemplos y nombrar por ejemplo a Luis Fernando Lenis, un empresario vallecaucano, quien movió hilos para la consecución de algunos patrocinios.
Y qué no decir de su padre, don Pablo Montoya, el gran artífice de esta gran obra y quien luchó contra viento y marea para vencer a los incrédulos.
Bueno, y por qué no, Felipe Santos, hombre polémico, pero quien oficio como mánager y también fue de un lado a otro golpeando las puertas de los patrocinadores con la intención de sumar algo y minimizar el alto impacto del automovilismo.
Marcas como Mobil, Clausen, Terpel, Pony Malta, Bon Flan, Colpatria, Tampa y otras que se me escapan en el momento también le dieron el sí a don Pablo Montoya y al proyecto de Juancho para llegar a la Fórmula Uno.
Felipe Triana, Diana Montoya (fueron sus jefes de prensa), Alicia Posada (la secretaria de don Pablo) también hicieron su aporte y sería injusto no reconocerlo. Y podría seguir con ejemplos que me permiten desmentir a quienes afirman que Juan Pablo nunca recibió un apoyo en Colombia.
Bueno y aunque no es colombiano, finalizo hablando de Helmuth Marko, “el viejito cascarrabias”, cómo le decías Juancho, quien en su momento tendió su mano e hizo posible que Juan Pablo siguiera adelante cuando se estaba quedando con poca gasolina.
Reitero, sin su talento nada hubiera sido posible, pero sin el concurso de algunos ángeles en la tierra, quizás la historia hubiera sido diferente…