La magia de la Dodge 1972 de la familia Sánchez

Todos los seres humanos tenemos grabada en nuestra mente fechas especiales, inolvidables y llenas de sentimientos, momentos que inevitablemente terminan en lágrimas, porque las mismas son testimonio de que lo que está sucediendo toca las fibras de nuestros corazones. Dicen que los hombres no debemos llorar, pero a veces es difícil contener las emociones y el invierno de los ojos termina por traicionarnos. Pero qué más da, somos de carne y hueso y no de palo, y es en esos instantes se vale darles vía libre a lo que se guarda en el alma y el corazón, sin importar el lugar ni los testigos. Y eso fue lo que sucedió con los Javier Sánchez, en plural, padre e hijo, quienes el pasado 26 de enero, en el Gran Salón de Corferias, y en uno de los eventos de mayor trascendencia del mundo automotor en el país (MCMShow), dejaron como evidencia que la familia siempre es lo más importante y que los recuerdos nunca desaparecen de nuestras mentes.

Y qué mejor si los mismos vienen de un carro, una posesión material a través de la cual se escriben muchas historias y se guardan un sinnúmero de memorias, como es el caso de una ‘pick up’ verde modelo 1972 de la marca Dodge, o mejor ‘Doche’, como la llamaban en ese entonces; un verdadero tesoro para quienes hoy en día tienen el privilegio de tener una de las empresas más importantes de restauración de vehículos de Colombia (Santa Familia), una máquina de cuatro ruedas, de esas de platón, que tiene un gran significado y que de seguro lo seguirá haciendo generación tras generación entre los Sánchez Mantilla.

Así lo pensó Javier, el hijo, un joven que quería entregarle en vida a su padre la mejor de las sorpresas, el mejor regalo, un testimonio de agradecimiento por todo lo construido a través del tiempo, un homenaje público y en un lugar público. Fue un viernes (26 de enero de 2024), en el llamado Gran Salón del recinto ferial de Corferias, el más importante del país, y pasadas la 1:30 de la tarde, cuando Javier, el padre, llegó para apoyar a su hijo en el trabajo de restaurar en tiempo récord una camioneta para entregársela a uno de sus clientes, porque se propusieron mostrar su trabajo y compartirlo con los asistentes al MCMShow 2024.

Pero lejos estaba de imaginar lo que le esperaba. Por su mente no había nada diferente a cumplir con el objetivo y de aportar su trabajo y experiencia, pero nunca que estaba a punto de vivir uno de los momentos más emotivos de su vida. Claro, al ver un auto con las formas de una pick up tapado por una sábana negra empezó a presentir lo que estaba por suceder y más cuando Cristopher, uno de sus nietos, le entregó un cuadro con la imagen del abuelo parado al frente del modelo con placas AGH 077, y con su voz de niño le dijo: “Para que se acuerde de su papá”.

Le hicieron cerrar los ojos y Javier Sánchez, el padre, tomó una bocanada de aire, mientras su hijo les pedía a sus familiares y al público que hicieran la cuenta regresiva para la develación. “Cinco, cuatro, tres, dos, uno”… Y se produjo la magia, mientras en el fondo se escuchaba la canción Frivolidad, la de Pepe Aguirre, la favorita de su abuelo: “No bebas más amigo mío, te lo pido. Deja esa copa, olvida pronto a esa mujer. Que con el vino los recuerdos no se borran. Solo se aumenta el sentimiento y el querer…”.

Y eso fue lo que sucedió, pues al abrir los ojos el sentimiento y el querer por su progenitor se hicieron más intensos y los recuerdos, esos que no se borran de la mente, regresaron, como por arte de magia, al igual que las lágrimas, que rodaban por sus mejillas como un símbolo de amor. “Él vive en mi corazón”, fue lo primero que dijo Javier Sánchez, refiriéndose al hombre que le dio la vida, mientras mostraba el tatuaje con su rostro con gran orgullo.

Era un gran regalo, que si bien le estaba siendo entregado en la tierra, venía de una dirección especial, de ese lugar inexplicable al que todos llegaremos algún día, el cielo, porque de seguro don Rafael Sánchez Quintero, ese hombre que construyó a pulso las instalaciones de Manantial, teniendo a su camioneta como herramienta de trabajo, fue cómplice y movió los hilos para que todo saliera a la perfección. “Cuando abrí los ojos fue cómo si me estuviera devolviendo en el tiempo, reviviendo esos momentos especiales al lado de mi padre cuando yo apenas tenía 13 años”, dice emocionado Javier, el padre.

También con tono de emoción, Javier, el hijo, recuerda cuando su abuelo Rafael, un hombre bonachón y querendón, lo llevaba en la Dodge de color verde al jardín infantil, pero en especial no puede olvidar el último día que la persona que trazó el camino de la familia Sánchez, la condujo: “Entramos a un parqueadero oscuro y lo único que se veían eran las luces de la camioneta. Él las apagó y nunca más la volvió a manejar”.

En ese instante el pequeño Javier no dimensionó lo que estaba pasando, pero pese a su inocencia quizás pudo advertir el sentimiento de pesar de su abuelo al desprenderse de uno de sus objetos más preciados, la Dodge 1972. Quizás fue ese recuerdo lo que lo llevó con el paso de los años a desandar lo andado y a buscar esa camioneta, con el objetivo de que la misma regresara a donde pertenecía, la familia Sánchez,

“Después de que mi abuelo la vendió pasaron como 15 años. Yo quería comprarme una Dodge RAM y había ahorrado un dinero para comprarla. Eran como dos millones de pesos. Pero me acordé de la Dodge verde de mi abuelo y me puse a buscarla, hasta que lo logré. Contacté al dueño de ese entonces, pero el en el primer momento me dijo que no le interesaba venderla. Pero fue tanta mi insistencia y de pronto al contarle la historia y el para qué la quería, movió las fibras de su corazón. Trajo un papel y firmamos el negocio y al hacerlo me dijo ‘traiga un galón de gasolina y una batería y llévesela de una vez’”, recuerda Javier, el hijo.

Pero ese fue un primer paso, pues el objetivo de restaurarla se fue aplazando por falta de recursos. Pero la vida una vez más dejó en claro que los momentos de Dios son perfectos, y quiso el de arriba que todo se diera este año y en un evento especial para los amantes de los automóviles, el MCMShow. “No fue fácil, porque nos tocó mantener a mi papá alejado del taller cerca de dos meses. Le poníamos todo tipo de excusas y trabas, y por debajo de cuerda me tocaba preguntarle de qué color quería la tapicería y otras cosas”.

Detalles que podían pasar desapercibidos para cualquiera, pero no para Javier, el padre, como la manija de la parte superior de la puerta del pasajero. Al sentarse de nuevo en el habitáculo, Javier hace un viaje en el tiempo y se le corta la voz: “Cuando yo tenía tres años me sentaba en el lado de él y miraba con atención todo lo que hacía al conducir. Pera con el paso de los años los papeles se invirtieron y a mí me tocó pasar al puesto del volante y a mi papá al del acompañante. Como no tenía de dónde cogerse, conseguí esa manija, que no era original de Dodge, y se la instalé para que tuviera esa agarradera y se sintiera seguro. Yo siempre le pintaba la camioneta y se la arreglaba, y cuando lo iba a hacer él lo único que me decía era ‘la manija me la deja ahí’. Y ahí se mantendrá por siempre, porque me recuerda momentos muy importantes de mi vida.

Momentos y palabras de su progenitor, que no puede olvidar y que aún le retumban en su cabeza. “Se me quiebra la voz y presento disculpas. Yo me casaba el 30 de septiembre de 1989 y un día antes, el 29, me echaron de un concesionario en el que trabajaba. Cuando llegué a la casa me senté en una silla del comedor y me puse a llorar, pero él al verme con voz fuerte me dijo ‘no sea güevon, la berraquera del hombre se conoce en estos momentos, y no cuando está jugando tejo, tomando cerveza, comiendo sobrebarriga y bailando. Es en los momentos de adversidad en los que hay que mostrar la berraquera. Así que se para y se pone a trabajar. A usted le va a ir muy bien, así que se unta los dedos de sangre, se los pasa por la mejilla y a guerrear”.

Y lo hizo de ceros, con 18 años y en un taller de los llamados de andén, con una tarjeta de crédito como respaldo, hasta convertirse en lo que hoy es Santa Familia, un negocio próspero y bendecido, al que Javier, el padre, describe con sentimiento: “Santa Familia es una lección de vida, es la representación de una unión hecha fuerza, que puede derrumbar murallas, puede traspasar los cielos y los mares. Cuando una familia está unida puede enfrentar problemas, pero más rápido encuentra soluciones y se hace invencible…”.

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