Hernán Gaviria Mejía, el hombre que ‘voló entre Bogotá y Cali
Desde la ventana del copiloto del Ford Fairline 1957, Hernán Gaviria Mejía no se cansó de saludar con sus manos y una sonrisa a flor de labios a los asistentes a Motor Clásico, en el Autódromo de Tocancipá, el pasado sábado 23 de febrero. Y luego de girar en seis oportunidades como acompañante de su yerno Daniel Delgado, en el trazado del máximo escenario de la velocidad del país, se bajó con una felicidad propia de un chiquillo que sale por primera vez de paseo y al regresar a los pits soltó estas frases muy suyas, muy de su personalidad: “Si el corazón lo tenía medio despegado, acá sí quedó bien pegado. Estoy más contento que un liberal colocado o un conservador con revólver”…
Porque así es él, con 84 años muy bien vividos y con muchas cosas que contar, como su récord histórico, ese que quedó plasmado con un titular a cuatro columnas en uno de los periódicos de la época y que resaltaba que “Gaviria voló a 107.075 entre Bogotá y Cali”. Siendo más específicos, se trató de una marca aún vigente para cubrir los 505 kilómetros de recorrido, parando los cronómetros en 4 horas, 41 minutos y 11 segundos, un tiempo que muchos ven como imposible, pero que hace parte de la realidad del automovilismo nacional, y en especial de la primera válida del Circuito Central Colombiano del año 1967.
‘Cosafácil’, porque así era conocido en el ambiente de las carreras, revive ese momento como si se tratara de una lección aprendida de memoria, pues de seguro son muchas las veces que habrá tenido que repetir la historia. “Fue el 1° de junio de 1967. Corríamos de jueves a domingo y partimos desde Bosa, al frente del cuartel de la Policía, ante miles de aficionados, tomando la ruta por San Miguel, Fusagasugá, Girardot, Ibagué y tomando la Línea para luego llegar al Valle del Cauca”.
Y mira de reojo el vehículo en el que sobresale en los costados la palabra “Cartago” y antes de proseguir con ese viaje en el tiempo y con gestos de gratitud afirma: “Hace 50 años el carro estaba guardado en una bodega, a merced del tiempo y del polvo, pero gracias a mi yerno, que es coleccionista, nos pusimos a la tarea de recuperarlo. Había que hacerle unas cositas, pues se había quebrado el vidrio panorámico y se habían robado algunas piezas del Motor”.
Hace un alto y toma una bocanada de aire para contener la alegría y no se cansa de recibir los saludos de los asistentes a Motor Clásico, una de las reuniones más importantes del automovilismo nacional para los nostálgicos y que se celebra anualmente bajo la organización del Club Los Tortugas. Y en su pantalla mental, por lo visto, vuelven a aparecer otras imágenes, sin orden cronológico, pero de suma importancia en sus emociones. “Yo vivía en Pereira en 1948 y por ahí pasó la carrera de Buenos Aires a Caracas, en la que los principales protagonistas eran los hermanos Gálvez (Óscar Alfredo y Juan), grandes figuras de los campeonatos de turismo por carretera, y me emocioné mucho. Ya después de algunos años, un amigo campeón de Cartago, me recomendó que si quería correr tenía que ser en un Ford Fairline, pues a esos carros no había que hacerles nada, solo ponerle un carburador grande. Equipaba un motor de 5.112 centímetros cúbicos y como por encanto vi uno que estaban vendiendo. Tenía 10 años de uso y no dudé en comprarlo por 80 mil pesos”.
Y de inmediato regresa al 1° de junio de 1967: “Recuerdo que el carro tenía un tanque de 18 galones y uno auxiliar de la misma capacidad y se los comió de Bogotá a Calarcá. Allí nos tocó echar otros 18 galones, es decir que el consumo al final fue de 54 galones, porque llegamos a la meta con la aguja al límite. Un momento importante se dio en El Espinal Tolima. Mi copiloto era Jairo Grajales y en esas rectas ‘El Ganso’ Garzón nos alcanzó. Yo iba a 190 kilómetros por hora, pero al verlo alcancé los 220 km/h y llevé el motor a las 5.500 revoluciones por minuto. Él intentó seguirnos, pero su auto, llamado ‘Garzón Special’, con una carrocería antigua de un Chrysler y un motor de un Cadillac Coupé De Ville del 55, no tenía aerodinámica y se levantaba. Y el mío, original, volaba y por eso no me podía pasar. Cuando bajamos de la Línea estaba lloviendo y las condiciones no eran fáciles, pero en las bajadas le ponía primera o segunda, sin tocar frenos porque se calentaban. Le gané a 49 con el carro de mi casa”.
¿Suicidas? Hernán Gaviria prefiere llamarlo de otra manera. “La verdad éramos berracos, pues solo nos poníamos un casco y en overol. Mi carro lo único que tenía era una correa para amarrar el capó y no se levantará por la velocidad y una barra antivuelco por dentro”, afirma mientras observa otra foto del pendón en la que se ve al Ford Fairline ‘volar’. “Esa imagen la tomó Luz Marina Zuluaga, la Miss Universo, en un paso de las llamadas 500 Millas por Manizales. Una fotaza”.
Sus nietos llegan a abrazarlo al igual que su esposa, pues para ellos también es un momento especial, pero él los interrumpe y sigue escarbando en el baúl de los recuerdos. Yo empecé en 1967, pero cinco años después me retiré. Y lo hice porque ya empezaron a llegar los Camaro y los no sé qué. Y por eso lo guardé, pero mírelo ahora, impecable, pues nunca me estrellé ni maté un perro en la vía. Cuando todo comenzó tenía 25 años y hoy ya tengo 84. Llevo 66 años con mi esposa, tengo cuatro hijos, nueve nietos y cuatro bisnietos, pero me la sigo gozando y aunque estoy viejito no me faltan los reflejos. Qué más puedo pedirle a la vida”…