Dios es fanático de la Fórmula Uno

Hoy comprobé que Dios es fanático de la Fórmula Uno y que en este domingo decembrino decidió mover sus hilos y darle a la categoría un final inolvidable, que ni el mejor guionista de Hollywood hubiera imaginado.
A mi modo de ver, el de arriba quiso intervenir en una categoría que pedía a gritos una temporada inolvidable, incierta y emocionante, y que también tenía que tener un colofón de película, con una definición en los últimos metros.

Pienso que, además, metió su mano para demostrarnos que estamos en el tiempo de la justicia, porque al final el título, sin demeritar al británico Lewis Hamilton, quedó en manos de quien más lo merecía: Max Verstappen.
Pasarán los años y la temporada de 2021 entrará a formar parte de la lista histórica de duelos épicos de la Gran Carpa, como la de Senna Prost, pero quizás esta logrará adueñarse del primer lugar en la lista de preferencias, porque se vivió hasta el último metro y hasta el último suspiro.

Si el de arriba no hubiera intervenido, podríamos estar hablando de un cierre carente de emociones, porque si se dejaba todo en manos del papel o la telemetría, los resultados hubieran arrojado que el campeón natural debió haber sido Lewis Hamilton, porque en el trazado de Abu Dabi, el Mercedes se mostraba infinitamente superior al de su rival. Pero es deporte, que como la vida, está plagado de circunstancias, de hechos inesperados, de sorpresas, de alegrías para algunos y de desilusiones para otros.

El libreto del último Gran Premio de la Fórmula Uno fue escrito a la perfección, sin tacha alguna, y con todos los ingredientes necesarios para el drama. Desde la pole marcada por el piloto de Red Bull, quien pese a la alegría advirtió que si bien eran veloces, ya en carrera no la iban a tener fácil.
Quien dirigió los hilos de este Gran Premio fue meticuloso para llevarnos , como en las mejores series, de la emoción a la pasividad, de lo esperado a lo inesperado, de un final lógico a uno lejano a la imaginación.

De hecho, en los primeros metros comenzó a jugar con los corazones de los seguidores de quienes llegaron a este final con opciones de gloria.
Lo hizo cuando Lewis Hamilton se apoderó del primer lugar y le arrebató en carrera la ‘pole’ a Max Verstappen. Y unos metros más adelante cuando el joven de 24 años en su afán de recuperar lo perdido obligó a su rival a perder la línea de carrera.

Y después, con maestría, la línea del tiempo del guión fue manejada a la perfección, para hacernos pensar una vez más en finales inesperados.
Le dio largas a Hamilton para hacernos creer que no había nada que hacer y que el británico, en el cierre, le rendiría un homenaje al fallecido Vicente Fernández, gritando a los cuatro vientos en el podio “pero sigo siendo el rey”.

Pero después le dio alas a Verstappen, y lo hizo no directamente, sino que recurrió a la figura de un tercero, su compañero de equipo, el mexicano Checo Pérez. En ese apartado del guión estaba escrito que el latinoamericano iba a cobrar protagonismo en la pista, haciéndole la vida imposible a Hamilton para sobrepasarlo y de esta manera aportándole un tanque de oxígeno a su amigo y cómplice de mil batallas en la escudería Red Bull.

Pero de nuevo una jugada maestra en el guión, para cambiar en todos nosotros la manera de ver las cosas. Ahí fue cuando entró en juego la estrategia y mientras Christian Horner, el de detrás de cámaras en el equipo austriaco optaba por un nuevo juego de neumáticos para de alguna manera ponerse a la par hasta en ese entonces un rival invencible, Toto Wolf (director ejecutivo de Mercedes), que en un comienzo había mostrado la misma línea, al final le apostó a permanecer en pista y cuidar los neumáticos.

Todo parecía indicar que el segundo había tomado las mejores decisiones, pues a pesar de los esfuerzos, Max Verstappen no lograba descontar de manera contundente los más de 10 segundos que lo separaban de quien al parecer iba a reclamar de manera tranquila un nuevo título mundial.
Pero vinieron los pincelazos finales del guionista, del de arriba, que sin duda alguna se divertía con lo que estaba sucediendo.

Y de nuevo recurrió no a un actor protagónico, sino a uno de reparto, al de un piloto que bien hubiera podido pasar desapercibido y solo hubiera sido recordado en los registros de la clasificación general, de no ser porque perdió el control de su monoplaza, paradójicamente con motor Mercedes, y precipitó una neutralización o ingreso de ‘safety car’ (carro de seguridad), a siete vueltas de bajarse el telón de la temporada.

Escrito estaba que a esas alturas el drama iba a ser protagonista y de haberse podido esos últimos giros bien hubieran podido estar acompañados por música de suspenso. Porque a partir de eso momento eso fue lo que hubo y la definición del título de la Fórmula Uno quedó en manos de lo inesperado, de la sorpresa, del milagro.

Christian Horner se jugó su última carta e hizo ingresar a su pupilo a refrescar neumáticos. En Mercedes pensaron que estar adelante era suficiente y que había cómo administrar la ventaja. Incluso, y por qué no, debieron pensar que la competencia bien habría podido finalizar para bandera amarilla, pero de haber sido así en estos momentos estaríamos hablando de un gran guión, pero con un pésimo final.

Así que las autoridades también entraron en el juego y dieron vía libre a un giro de la bandera a cuadros. Y se llegó a pensar que no iban a dejar pasar a los coleros para despejar la pista, en detrimento de Verstappen y del espectáculo, terminando siendo los malos de la película.

Pero en esto oportunidad, como si lo habían hecho a lo largo de la temporada, no se equivocaron y dejaron la pista libre para que dos grandes de la Fórmula Uno se midieran de tú a tú y definieran el título en el asfalto.
Y así fue. Max Verstappen atacó, como debía ser, y Lewis Hamilton se defendió, como todo un campeón, a pesar de rodar casi que en rines. Pero al final ganó la justicia y la misma hizo presencia en la figura de Max Verstappen, a quien el destino le tenía marcado que el domingo 12 de diciembre de 2021 se iba a convertir en campeón mundial…